Fuente: Faro de Vigo.
Los efectos de la pandemia de coronavirus y las sucesivas crisis de abastecimiento de materiales críticos como el acero golpearon de lleno al naval. El sector sufre en todo el mundo todavía un año y medio después, con crisis de pedidos y dificultades para mantener el negocio. En este contexto, el Gobierno alemán –al contrario que otros, como el de España– decidió mover ficha y salir al rescate de su industria, regando con millones a sus empresas al abrigo del fondo de estabilización económica, el llamado Wirtschaftsstabilisierungsfonds o WSF. Con ello, las atarazanas pudieron no solo esquivar cierres, sino también concluir encargos. Ahora, las empresas empiezan a tener buenas noticias. El gigante del sector Meyer Werft recientemente ha firmado la construcción de un megayate de casi 290 metros de eslora, a la vez que crea un centro de excelencia en el que fichará a 50 ingenieros; otros apuestan por invertir, como Flensburger Schiffbau-Gesellschaft, que ha adquirido a Nobiskrug, autor del curioso velero A. Sin embargo, y pese el bombeo de fondos, el sector alemán ve peligrar a players importantes: su astillero más antiguo, el Pella Sietas de Hamburgo, ha entrado en quiebra.
Alemania tiró del fondo de estabilización económica para evitar la debacle en un sector que considera estratégico. El WSF incluye garantías –con hasta el 90% de cobertura del riesgo–, préstamos garantizados y ayudas para recapitalización.
Con ello, las administraciones inyectaron casi 550 millones de euros a uno de sus astilleros principales, MV Werften, para que pudiera culminar los cruceros que tiene en cartera, el Global 1 y el Crystal Endeavor, además de asegurar los 2.000 puestos de trabajo repartidos en sus instalaciones (de Wismar, Rostock y Stralsund) y abrir la puerta a nuevos contratos. Lo mismo sucedió con German Naval Yards Kiel, aunque con una cantidad sensiblemente inferior, de 35 millones de euros.
Este bombeo de dinero ayudó al mantenimiento de las atarazanas y también de la industria auxiliar, que, por ejemplo, en Vigo y su área está ahogada por las deudas generadas con las crisis de la ya extinta Factorías Vulcano primero (cuyas instalaciones ahora son de Astilleros San Enrique) y, en la actualidad, de Hijos de J. Barreras, que llegó a solicitar 30 millones de euros a la SEPI.
Con las ayudas, el naval alemán empieza a recoger los frutos de haber mantenido a flote a la industria. Meyer Werft anunció la firma de un contrato con Ocean Residents Development para construir un megayate de 289 metros de eslora, con capacidad para un millar de personas (contando a la tripulación). Llamado Njord, el buque consta de 117 residencias, que serán vendidas a los clientes del barco. Será entregado en 2025.
Por otro lado, Thyssenkrupp Marine Systems (TKMS), situado en la ciudad de Kiel, firmó también la construcción de seis nuevos submarinos idénticos (de la clase 212CD) para los gobiernos germano y noruego. Firmado el pasado mes, el pedido alcanza los 5.500 millones de euros.
Otros astilleros, como Flensburger Schiffbau-Gesellschaft y de la mano del empresario Lars Windhorst, apuestan por crecer con inversiones clave. En este caso, FSG decidió rescatar a Nobiskrug, el astillero de yates responsable de construir el multimillonario velero A. Con ello salvan 280 puestos de trabajo directos, creando un grupo de casi 650 empleados.
Reflejo en Hamburgo
Sin embargo, no todo son buenas noticias. El astillero Pella Sietas, que con casi 400 años de historia es el más antiguo del país, está en quiebra y a la espera de una respuesta del Wirtschaftsstabilisierungsfonds. Su historia tiene ciertas similitudes con la de Barreras: la atarazana superó una crisis hace diez años y ahora, pese a contar con pedidos (como un rompehielos de 120 metros para Rusia), su presente vuelve a estar en el alambre. Tiene más de 300 trabajadores.